Tal vez un Ángel - Tal vez un Ángel
Eso era lo que hacía todos los días, pero la rutina no le molestaba ni la frustraba, por el contrario, la llenaba de dicha y felicidad. Sí; esa era su forma de vivir, por muy complicada que les resultara a algunos, para ella era lo más sencillo del mundo.
Elena ya estaba en su oficina del piso 2 de la torre “ASIRI”, que en quechua significa sonrisa, y es que eso era lo que ella regalaba desde hacía mucho tiempo a las personas que ayudaba gracias a la ONG del mismo nombre, que fundara desde hacía varios años.
- Ay… no puede ser… ¿Cuándo llegaré antes que tú?
- No lo sé… – Tecleaba concentrada frente a su computadora.
- Si no te conociera, no creería que en verdad existes…
- Ya desayuné, gracias… – Contestó distraídamente.
Mariela solo sonrió y se acercó a su jefa para darle un beso en la mejilla.
- ¡Hola Mariela! – Por fin reaccionaba.
- Dime qué haces tan concentrada. – Se acomodó en un escritorio muy cerca de Elena.
- Es que creo que una empresa muy grande nos dará el sí pronto… estoy muy contenta… ¡los he perseguido por meses!… – Comentó con una expresión muy clara de triunfo.
Ambas se enfrascaron en una larga conversación, llena de planes y cosas relacionadas al trabajo.
Mariela era la mano derecha de Elena, y una de las primeras personas que había ayudado en el largo camino que tuvo que recorrer para formar la ONG ASIRI.
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- Buenos días Mariela… ¡qué milagro despierta tan temprano!… – Dijo en un tonito de burla a través del celular.
- No tengo tiempo para tus bromas… ¿ya leíste los periódicos?
- No… es que me fui a correr un rato, ¿qué pasa?
- Hablan pestes de ti, dicen que eres amante del periodista ese…
- ¡Será que no tienen nada mejor que hacer!… ese mal chiste seguramente es por mi última entrevista…
- Elena… tienes que aprender a cerrar la boca… ¿no ves que medio mundo te conoce?… criticar tan abiertamente puede traerte muchos problemas…
- El presidente es un corrupto Mariela, no ha hecho nada en todos estos años, y medio país lo sabe, yo solo dije lo que pensaba, allá ellos la forma en la que quieran vengarse de mí… además, si con esto consigo más atención y por lo tanto más donaciones, les agradeceré el favor…
- No había pensado en eso… pero puede que suceda lo contrario…
- No, verás que todo va a salir bien, lo que hace ese señor, es de conocimiento público, así que no le temo a nada… y si me desaparecen del mapa, ya sabes quienes fueron… ¡jajaja!
- Deja de decir tantas tonterías… podrían perjudicar de alguna manera a la ONG o peor aún, lastimarte… no sé… – Dijo muy nerviosa.
- Si esa gente es capaz de hacer eso, me siento mucho más contenta de haber sido totalmente sincera en esa entrevista.
Elena era una mujer de armas tomar, y por la naturaleza de su trabajo y la labor de su ONG, había conocido los grandes problemas sociales y carencias que sufrían las poblaciones más alejadas del país.
Pero un día, lo inevitable llegaría, pues sus constantes críticas al gobierno y políticos en general, habían generado un gran odio hacia ella, pero también la simpatía del ciudadano común, que la reconocían como una mujer ejemplar.
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- Hola tío… no sabía que vendrías… siéntate, ¿sucede algo?
- Por lo visto no te has enterado de nada hija… hoy llegaron unos matones y cerraron el restaurante.
- ¿Qué has dicho?
- No pude hacer nada… traían documentos oficiales… llamé al abogado pero no había nada que él pudiera hacer para evitarlo… – Dijo entre triste y preocupado.
Marco era el tío de Elena, el único familiar que conocía y que además la había criado, era un hombre bonachón e inteligente y desde que la vida de Elena comenzó a cambiar, se hizo cargo del primer negocio que ella enrumbara; un restaurante de comida criolla.
- Ese es mi restaurante y no hay nada que esté fuera de regla.
- Sus documentos decían lo contrario… incluso traían denuncias… Elena, esto es una clara venganza, te dije que esto pasaría hija… que tenías que ser más prudente…
- No importa… no les tengo miedo… – Pero la verdad era que sí les temía; era la primera vez que se metían con ella de esa manera.
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Habían pasado ocho preocupantes y tensos días en los que Elena había tenido que lidiar con cambios notables; lamentablemente, muchos de sus colaboradores habían decidido abandonarla, y su restaurante, fuente principal de su fortuna, permanecía cerrado.
- Ya no hay mucho que pueda hacer desde aquí, me voy de viaje, a la aldea 12, allá todo es más tranquilo.
- No creo que sea la solución.
- Todavía tengo mucho dinero, quiero estar con ellos para ayudarlos, hasta que vuelva todo a la normalidad…
- Voy contigo.
- No Mariela, necesito que te quedes a cargo, eres de las pocas personas en quien confío, además, mi tío también me va a echar una mano aquí… – Por primera vez la golpeaban en lo que más le dolía; sus proyectos de toda la vida; su vida.
- No creo que sea seguro que te vayas sola… ¡te lo dije, tenías que haberte casado!
Ambas rieron con ganas, sabiendo que tal vez no se verían en mucho tiempo.
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Después de un largo y cansado viaje llegó a la aldea, y a pesar de todo estaba tranquila, completamente segura de que nada malo sucedería allá, alejada de periódicos y revistas que solo hablaban mentiras nefastas sobre ella.
Ahí, con la alegría e inocencia de los niños, y la ternura de muchos ancianitos, logró distraerse y alejarse por completo del mal clima de la capital.
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- Hasta que por fin llamas…
- Sabes que debo hacer un viaje relativamente largo para llamar.
- Bueno… ¿Cómo estás?
- Bien, ¿cómo van las cosas por allá?
- Mejorando, al parecer, como ya no estás aquí, se sienten tranquilos y ya ni te mencionan en ningún noticiero o periódico.
- Mejor así, hice bien en venir.
- Pero te extrañamos… y además, los colaboradores estaban muy acostumbrados a tu trato.
- Yo también los extraño y por los colaboradores no te preocupes.
- Pero… ¿cuándo piensas regresar?
- Solo han pasado dos meses… no es suficiente, tienen que olvidarse…
- Comprendo… lo bueno es que las donaciones han seguido llegando y ahora tenemos más personas y empresas ayudando.
- Me alegra tanto, saber que todo está bien allá es lo más importante, para que así llegue la ayuda hasta acá y las demás aldeas… bueno, debo irme… este teléfono está medio malogrado… creo que me voy a comprar un celular aunque igual tenga que venir a hablar hasta la ciudad… ¡saludos a todos!
Elena colgó algo nerviosa, por el rabillo del ojo había visto a un hombre que le pareció sospechoso y sin hacer mucho aspaviento se subió rápidamente a su camioneta. El hombre hizo algo similar, pues también se trepó a su vehículo.
Elena tomó el camino más difícil hacia la aldea, una trocha que la haría llegar en el doble de tiempo, pero cuyo camino jamás era utilizado, estaba segura que si ese hombre iba detrás de ella, era seguro que no tenía buenas intenciones.
Y así fue, el hombre la siguió por la trocha, y debido a lo accidentado del camino, ambas camionetas tenías problemas para seguir por aquella ruta.
Al ver eso, Elena decidió dejar su camioneta y correr, afortunadamente conocía muy bien esos rumbos y sabía de un atajo por donde podía desaparecer de la vista del hombre. Para su mala suerte, se trataba de alguien muy ágil, y estaba acortando la distancia, la alcanzaría y sabe Dios lo que le haría.
Elena se sentía agotada, asustada, y de pronto su mente había llegado hasta su tío y Mariela, pensó mucho en ellos y en si estarían bien o tal vez estaban corriendo la misma suerte que ella, rezó a los cielos para que no fuera así, para que nadie los lastimara.
Y de pronto tropezó y cayó, segundos valiosos que tal vez marcarían la diferencia. El mundo se apagó.
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Elena abrió los ojos y despertó en medio de los andes, vio el hermoso y despejado cielo, con todas sus nubes y estrellas, la luna estaba grandota y parecía queso, un riquísimo queso serrano que le recordó que tenía mucha hambre.
- Ya despertaste. – Era una voz profunda pero con un acento de amabilidad único.
- Hola… – Se quedó concentrada viéndolo, era un hombre con los rasgos característicos de la gente de la zona, tenía el cabello negrísimo y largo, suelto al viento, la piel tostada y colorada, pero lo que más le llamó la atención fueron los ojos miel, expectantes y curiosos mirándola.
- Debes tener hambre… – Dijo acercándose a su fogata y sirviendo algo en una hoja enorme.
- Bastante… – Elena se percató de algo que la abrigaba; un poncho rojo, seguramente de él.
- Te perseguían, el hombre era muy rápido… llevaba una cruel ventaja.
- Lo sé… me caí…
- Y fui yo quien te levantó.
- Muchas gracias.
- Esas cosas no se agradecen.
- Aun así.
- No perteneces a este lugar pero aquí te quieren, por eso aparecí a tiempo para salvarte.
- ¿Tú sabes quién soy?
- Sí, alguien a quien quieren mucho.
Elena no comprendió, así que solo comió lo que le ofrecían; papa con queso.
Y después un beso, un beso de él.
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Cómo le dolían los huesos, sí; ya estaba vieja, muy vieja y achacosa.
- ¡Buenos días abuelita!
- Hola hijita… me quedé dormida.
- Son a penas las 9, deberías descansar un poco más.
- No… no…
- Tienes esa cara… la expresión que pones cuando sueñas con tu salvador.
- Sí, soñé con él… y aún me sigo preguntando como llegué aquí… siempre dudaré de tu palabra.
- ¡Jajaja! Te encontré en el campo mientras pastaba mis animalitos.
- No sé, no sé… no recuerdo que pasó…
- Abuelita… tú estabas muy confundida… mejor no trates de recordar…
- Yo dejé muchas cosas atrás… gente que amaba…
- Pero estás viva y me has acompañado tantos años… ¿Qué hubiera sido de mí sin ti?
- Yo sé… – Le acarició el rostro cariñosamente.
- Ya no te preocupes… te dejo sola un ratito, me voy volando a comprar pan.
- Anda hijita…
¿Qué habrá sido de ti?… Yo nunca me enamoré, pero en tu beso sentí todo el amor del mundo… muchas gracias, todos los días te las daré a ti y a Dios… gracias… pero todavía me pregunto… ¿Qué clase de criatura serías?… Tal vez un ángel… un ángel de estos benditos andes…